lunes, 14 de diciembre de 2015

Capítulo 3

conocidos

A mi sorpresa, el joven no escuchó llegar a su anciana abuela cuando ésta, con la palma abierta, propinó a su nieto una sonora colleja.

-¡Au!-Chilla el muchacho mientras se frota la zona picajosa de la nuca, donde ha recibido el golpe.-Podrías ser más delicada abu...-Comienza a decir mientras gira el cuerpo en su silla del escritorio, pero su voz se corta en cuanto repara en mi presencia en la puerta de su habitación.

-Hombre, Julen, veo que te has dado cuenta de nuestra pequeña visita.-Dice la mujer con una sonrisa picara ante el atontado rostro de su nieto.-Esta es Diana.-Continúa dijo mientras me toma del brazo y me pone ante ella.

-Encantada.-Me limito a decir yo un tanto cortada, siempre tan tímida como de costumbre.

-Eh...si, yo, por su puesto que estoy encantado de verte... ¡No, espera! Digo...sí, hola.- Tartamudeó el muchacho, intentando presentarse de forma decente; tenía las mejillas y las orejas totalmente enrojecidas.

martes, 10 de abril de 2012

Capítulo 2


La llegada al valle

Tras cuatro horas de un largo y pesado viaje, aterrizamos en un humilde aeropuerto. Yo estaba ahora sentada en una incómoda silla de plástico en una amplia sala de espera, rodeada de carteles ligeramente luminosos que anunciaban la llegada de los otros vuelos. La nada me rodeaba, no había ni un alma en aquel lugar, sólo un par de camareros recogiendo en un bareto de bocadillos de la esquina, allá a lo lejos.
Unas amplias ventanas a mi derecha, que ocupan casi toda la pared, dejan ver una interesante vista: hierba  ondeando en el suelo, pequeños campos de flores silvestres, un extenso bosque en la lejanía, y como colofón final, a la izquierda un amplio lago con unas cuantas barcas ancladas en su costa. Precioso, no obstante, todo esto no logaba hacer mejorar mi ánimo, ni un poco.

domingo, 8 de abril de 2012

Capítulo 1

simplemente diana

Eran las siete de la mañana, hacía más de 24 horas que estaba fuera de casa, durante las cuales, mi largo y sedoso pelo castaño claro se había transformado. Ahora era negro azabache y lo llevaba por mitad del cuello; también  me había hecho un piercing, justo en el lado izquierdo se encontraba aquella pecadora bolita plateada adornando mi respingona nariz, y por si no fuera poco esto para mis padres, me había tatuado la frase <<Deja que el mundo libere tus  alas>>  desde el hombro hasta la muñeca, a Dios gracias al final me lo había hecho de henna, pero como ellos no entendían nada de estas cosas...

Si os preguntáis el porqué de esos repentinos cambios, no significan que me había vuelto punk de pronto, ni que me juntara con una panda callejera ni mucho menos, yo era la tradicional chica estudiosa que nunca había roto un plato, y mis padres exigían que me comportara como tal, sin embargo yo estaba harta de ellos, no me molestaba que más de medio instituto neoyorquino me etiquetara de empollona ni mucho menos, la opinión pública es algo que yo, por ley propia, he ignorado con los años. 

Prólogo


Llevaba meses investigando profundamente los pocos papeles que había conseguido, sin embargo, no es nada fácil encontrar algún registro nacional en estos casos. La niña había sido secuestrada hacía ya quince o dieciséis años, si en algún momento hubo algo, definitivamente está perdido. Pero ella no podía rendirse tan pronto.
Tras mucho esfuerzo y trabajo había conseguido reunirse, una sola vez, con los servicios sociales, en busca de alguna denuncia o el registro de algún huérfano perdido, sin éxito; incluso llegó a entrar en páginas oficiales en busca de alguna referencia, pero Ellos habían trabajado bien, no había ni rastro de ella antes de ser secuestrada nada más nacer. Pagar una suma de dinero a un médico en números rojos había sido una gran idea, asegurado así el silencio de unos  y de otros y la obtención de un nuevo trocito de mercancía valiosa.
Ahora resolver el enigma iba a ser cosa sólo de ella, hacía tiempo que la policía dejó de escuchar sus teorías, al fin y al cabo, aunque era una chica inteligente, sólo contaba con quince años, y así era muy poco probable que nadie la tomara enserio, pero los que llegaron a hacerlo fueron justo las personas que no debió de dejar que la encontraran jamás, ya que ese hecho le costó algo más que no lograr descubrir la verdad a la que se estaba acercando, sino que nadie más podría escucharla de los mortecinos labios de la muchacha.